Su principio sería el más largo del mundo, porque a ella le daba la gana....y a él también.
(...)
Y el principio se acabó, ella se ha dado cuenta, él quizá también.
Ella intenta entenderle, él quizá también a ella.
Él calma las cosas, ella intenta imitarle.
Antes era todo más sencillo, se tiraban el día sin hacer nada, besándose, mirándose, sin más. Hablaban del tiempo, de la política, de un mono curioso de un documental, de estudios, de su vida pasada y de la que les esperaba juntos.
Ella no exigía nada, pues todo lo que él hacía le parecía perfecto, idóneo, encantador.
Y un buen día, se acostumbró.
Él no juzgaba nada, pues todo lo que ella hacía le parecía brillante, alucinante, daban ganas de achucharla de por vida.
Y un buen día, se acostumbró.
Entonces empezó el fin del principio del cuento.
Ella se quejaba mientras él se preguntaba por qué se había vuelto pedigüeña, rencorosa y caprichosa. Él la miraba juzgándola mientras ella odiaba su cambio, antes esos ojos la transmitían seguridad, el ser algo único y especial.
No logran entenderse, y tampoco entienden lo que ha pasado.
De hecho, ella no está totalmente segura de que él se haya dado cuenta de que pasa algo.
Ella habla, él asiente.
Él intenta besarla, ella se aleja.
Él intenta besarla, ella se aleja.
Él intenta besarla, ella se deja seducir.
Pasan dos semanas, la historia comienza de nuevo...Nada de lo hablado ha servido de nada, a él se le olvidó lo que ella odia, y a ella se le olvidó que a él se le olvidaría.
Solamente la paciencia de los dos, o las ganas mutuas de pulirse el uno al otro, de combinarse, de mejorar de la mano, borrarán de la pequeña historia "discusiones" que sólo llevan a preocupaciones y lágrimas sin salida...
