Lo primerito de todo, como es un nombre largo voy a denominar a esta extraña sala : SBS. También podría cambiar la B por una O, ya que pedir socorro es lo que se suele hacer siempre que estás en ella.
Sí, me refiero a la sala de exámenes de mi universidad. Una sala blanca, totalmente blanca, inmensa, enorme, en la que entraríamos todos los camineros si fuera necesario (creedme, hay algunas asignaturas a las que nos presentamos más de quinientas personas, Y SOBRA SITIO).
Cuento todo esto porque en tres días volveré a visitarla. Y estoy cagada. Cada vez que entras por la puerta y no ves el final de la SBS por ningún sitio es cuando te replanteas si estás en el desierto y vas a morir por falta de agua hasta que llegues a tu mesa. Pero nunca huyes, siempre hay esperanza, siempre queda un ápice de "buah, esto está chupao".
Pero no, te sientas en el taburete de metal que siempre cojea, dejas tus cosas en la mesa, blanca también, que no te deja invadirla, por su genial inclinación que provoca el deslizamiento de bolis, calculadora, compás y demás artilugios, observas al profesor de turno acercarse con cara de chino (así ¬¬) que te da el examen y con un sarcasmo potencial te suelta "suerte, querida" (joé, sólo le falta la risa malévola de mua-ha-ha pobre ilusa).
Miras el folio.
Lees el folio.
Relees el folio.
Te da la risa. Bueno, a mí al menos siempre me da la risa. No recuerdo ningún exámen en el que no me haya dado. Suele ser carcajada nerviosa o de invenciones propias que me salen cuando no tengo ni idea de qué poner, pero también he logrado imaginarme a mi profesor de dibujo (bajito, escuchirrimizado como él sólo, calvo y con una barba gris y encrespada que le llega hasta el pecho lobo que tiene) con una peineta y un traje de sevillana de esos rojos con lunares blancos. Claro. Normal que me diera la risa, si me sigue dando ahora!!
Empiezas a hacer el examen.
Levantas la mano, a ver si algún agraciado profe te quiere ayudar en algo. Ilusa de nuevo, na de na.
Y ya te ves, ahí, subida en ese taburete, empezando a pedalear para alcanzar la cima del aprobado, pero cuando te vas a sentar....ZAS!!! no hay sillín!!!y te han dado por @#&* como a nadie. (De ahí viene el nombre, claro). Así que, resignada y dolorida, te levantas, entregas el examen, sales a la calle, andas como puedes, y sueltas el típico:
QUÉ CABRONES, SIEMPRE LO MISMO, ESTOY HARTA, CON LO QUE ME LO HABÍA PREPARADO....
Eso de que te lo hayas preparado bien o no suele ser totalmente indiferente, siempre lo vas a decir porque ante todo y para los ojos de tus padres, eres una niña diez, modélica y que se tira la vida enclaustrada en una biblioteca y en clase.
Pues eso, que el martes es el reencuentro, a ver si ya de una vez han puesto los sillines porque sino yo me puedo pegar un tiro. -.-''
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