Come-árboles en potencia.

Soy el desastre personificado, el otro día sin ir más lejos me comí una farola de bruces (que están muy ricas y me gustan mucho) cuando salía del coche de Die por ir mirándole y diciéndole estupideces. Pero ese no es el caso, el caso es que voy a contar la segunda anécdota de la etiqueta que estrené el otro día:

Era un típico día de Junio en la universidad y la gente se aglomeraba en el césped acompañados de cerveza y demás utensilios universitarios-juniles necesarios. Die, una amiga y yo estábamos allí también, al solecito, con nuestras gafas de sol, nuestros tercios y nuestros apuntes abandonados en la biblioteca. Adjunto croquis a modo de vista aérea:

Nos disponíamos a ir a la cafetería, a por otros tercios claro. De fondo las risas no cesaban, los pajaritos trinaban, y los borrachos cantaban. La universidad al completo estaba en el césped, o en el asfalto, o en los banquitos, pero ni un alma dentro de la maravillosa torre de hormigón. Y ahí estaba yo, tan mona cómo siempre (modestia aparte), con mi reputación de niña normal (que no loca) y levantándome lo más finamente posible. Y cuando iba caminando por el asfalto, entonces Die me llamó, y le salió un gallo. No me quedó mas remedio que descojonarme de él, pero seguí caminando con mis aires de grandeza. De repente, mi zapatito se vio hundido en uno de los cercos de los árboles que adornan mi croquis (y también lo intentan en la realidad) y cuando quise girar mi carita...

Quise hacer como que corría, pero eso sólo sirve cuando tropiezas y quieres disimular, no cuando te comes la corteza de un árbol y no puedes seguir hacia delante porque la carne de burro no es traspasable. Lo único que logré ver fueron dedos acusadores y gente riéndose sin ningún tipo de vergüenza, ni lástima, ni compasión. Creo que la gente ya no se acuerda, pero no estoy del todo segura.

Rezad por mí, almas caritativas.